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Javier Marín: Diálogos de cabeza


Una de las emblemáticas piezas del escultor Javier Marín se exhibe afuera del MUSA desde la semana pasada y hasta el mes de junio de 2016

Una enorme cabeza escultórica en bronce yace en la explanada del Museo de las Artes de la Universidad de Guadalajara (MUSA). Tendida sobre un costado de su rostro, su barba compite con la cabellera larga y ondulante que se extiende como unos brazos para soportar su peso. Su boca entreabierta pareciera haber quedado suspendida antes de una última frase no dicha, y su mirada congelada y perdida no es sino la del ídolo derribado que en su caída alcanza aún a contemplar los despojos de su decapitada ruina.

Esta escultura de 330.2 cm x 530.86 cm x 345.44 cm y tres toneladas de peso, que lleva el nombre de “Cabeza Vainilla”, es una obra del artista plástico michoacano Javier Marín, y fue instalada para exponerse frente al MUSA desde la semana pasada, en que fue develada, y hasta junio de 2016.

La obra forma parte de una serie de tres piezas llamada De tres en tres, en la que también se encuentran “Cabeza Córdoba” y “Cabeza Chiapas”, realizadas en 2008 para una muestra de verano en Pietrasanta, Italia, y que viajó por varias ciudades de Europa hasta 2013. Pero también han estado en Canadá y Estados Unidos, así como en algunas ciudades de México. A Guadalajara llega de manera individual, a través de la Fundación Black Coffee Gallery.

Ante la duda de por qué las cabezas llevan esos nombres, Javier sonríe y dice que finalmente alguien se lo pregunta: “Como si no causaran alguna extrañeza”. Y responde que surgen de los nombres de las calles donde se ubicaban los talleres en que cada una fue hecha, tanto en la colonia Roma, como en la Granjas México, en el DF. Pero son llamadas así sólo para identificar su trabajo, no son títulos “cerrados ni conceptuales, prefiero que la gente las bautice o les encuentre cara de lo que les quiera ver”.

¿Cómo llevaste a cabo su concepción? No me gusta explicar mis motivaciones. En las obras de arte yo propongo una parte y la gente que las ve, la otra. Es una interpretación personal, y eso me gusta porque va enriqueciendo la obra y cargándola de significados diferentes. Pero lo que había detrás eran formas de pensar, de filosofías, religiones e ideologías que caen en desuso, si pensamos en la historia del ser humano. Son como las imágenes de esos personajes que ya vivieron su momento histórico y son derribados. Esto no sólo puede interpretarse a nivel social, sino también personal.

Marín, quien nació en Uruapan, Michoacán (en 1962), y estudió en la Academia de San Carlos, dice que aunque esta cabeza pertenece a un grupo, cada una se puede entender por separado indistintamente. La pieza está hecha a partir de un modelo original de plastilina, para luego dar paso a uno de hule látex que “registra” con mayor fidelidad el trabajo del artista al momento que se funde a la “cera perdida”.

Además, a Marín le interesa que en este registro sean notorios los rastros del modelado, y que la escultura esté hecha en partes, en lugar de borrar esas huellas como otros.

¿La intención de estas esculturas monumentales es que sean urbanas y que la gente se apropie de ellas? Idealmente, sí. Me encanta que estén colocadas en espacios públicos. Cuando la gente hace sus recorridos habituales, de pronto encuentra su espacio intervenido por estos personajes, les cambia la forma de percibir el entorno arquitectónico y urbano, y empieza a crear nuevos diálogos con todos los elementos y con quien las ve. A pesar de que sea una experiencia momentánea.

¿Debería de haber permanentemente este tipo de esculturas en las ciudades? Me encanta el arte público. Pero es un tema delicado, porque habría que revisarse la manera en que se decide. Tendría que haber un comité de gente experta que diga si se pone o no en algún lugar tal pieza.

Y tienen que ser personas que sepan de arte y urbanismo, además de una representación de los habitantes de la zona y los vecinos, para saber si quieren que esté ahí. Porque en este país se hace de manera irresponsable. Se ponen cosas terribles. Lo digo porque yo también las padezco.

Fuera de lo que algunos podrían pensar, para Marín no hay un fin decorativo en sus piezas, pero sí se halla una idea más elaborada en ellas, y “si funciona bien a nivel estético es un plus”.

¿Por qué representar tus conceptos a través de formas humanas que recuerdan al neoclásico y no de otra manera? Hago escultura figurativa porque me encanta lo accesible que es. Me parece un lenguaje universal, reconocible. No hay necesidad de traducción, es algo que todos entendemos. Por eso me muevo en el campo de la escultura, el volumen lo facilita más que las dos dimensiones, y también la figura humana.

Es lo que me gusta, y así está planteado y resuelto todo mi trabajo; es mi propuesta artística. Me interesa lo inmediato, que mucha gente lo entienda, aunque no tenga ningún tipo de pensamiento sofisticado, y que se pueda leer desde cualquier nivel educativo estético.

Es decir que no trabajas para la crítica ni para estar dentro de una élite de creadores…

Absolutamente. Mi trabajo está más justificado mientras más lo vean. Me gusta el público sencillo, no el observador erudito y experto en arte; me importa el que no sabe nada. Quiero ser como la primera experiencia o el primer encuentro con un trabajo artístico.

“Me encanta el arte público. Pero es un tema delicado, porque habría que revisarse la manera en que se decide. Tendría que haber un comité de gente experta que diga si se pone o no en algún lugar tal pieza”

¿Cómo se ha dado la evolución en tu proceso y materiales a lo largo de tu trayectoria?

Si se tiene la oportunidad de ver las exposiciones que están en México, justamente hacen una revisión de treinta años. Están desde la primera pieza que hice como escultor profesional hasta la última. La primera mide unos veinte centímetros, modelada en barro, muy simple, es un personaje sentado. La última pieza mide seis metros, está tallada en madera por un robot en una parte, en otra por artesanos especializados italianos que hacen escultura religiosa. Lo digo porque se ha vuelto algo más complejo en todos los sentidos: a nivel material y conceptual. La solución de un cuestionamiento te lleva a otro más difícil, pero sin olvidarme de que mis objetivos son que la obra sea muy entendible para cualquiera.

¿Se puede definir tu obra en algunas palabras?

Ni en pocas ni muchas. Me cuesta mucho determinar lo que hago. Por eso pongo mucha atención a lo que la gente escribe sobre mi trabajo. Sería como definirme a mí mismo y es una labor en la que estoy desde hace cincuenta y tres años y todavía no lo logro, por eso sigo en esto… Nota publicada en la edición 862Fotografía: José María MartínezFuente La gaceta UdeG

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